No comenzaré la historia
diciendo “hace mucho tiempo”,
pues sucedió el otro día
todo lo que aquí te cuento.
En mitad del bosque,
tras el árbol más frondoso,
viven unos duendes
que son muy amorosos.
Son los duendes de los sueños,
siempre preparados
para llenar de fantasía
a los niños adormilados.
Entre ellos vive
una duende muy especial,
Begoña es su nombre
pero le dicen “Bego”, nada más.
A Bego le encantan
las cosas diferentes,
se fija en detalles tan pequeños
como lo son tus dientes.
Todos le dicen
que siempre está distraída,
que se pasa buscando rarezas
todo el santo día.
Por fin, al cumplir diez años,
la nombraron duende de los sueños
y pasó a cuidar por las noches
los sueños de un niño pequeño.
“A partir de esta noche
los sueños de Miguel cuidarás”,
-le dijo la seño de los duendes-
“es como tú, te caerá genial”.
Miguel, como Bego,
adoraba lo diferente,
solo quería ser feliz, sin importarle
lo que dijera la gente.
Tenía mil fantasías,
mil sueños por cumplir
y se ponía triste
si veía a alguien reñir.
Una noche, mientras Miguel dormía,
Bego se asustó un montón,
él no paraba de moverse
y de hacer ruidos como un león.
Miguel se despertó sobresaltado
y al ver a una duende en su almohada
dio un brinco gigante en el colchón
que dejó a Bego despelucada.
Ella le explicó quién era,
mientras Miguel, anonadado,
la escuchaba atentamente,
a pesar de estar adormilado.
“Soy la duende que vigila tus sueños,
cada noche me quedo aquí,
para borrar con magia
las pesadillas que puedan venir;
pero hoy no me has dado tiempo,
te despertaste tan alborotado
que creo que soy yo
quien más se ha asustado”.
A Miguel se le pasó el susto
y comenzó a reír,
¡tenía una duende de los sueños!,
¿cómo no iba a estar feliz?
A partir de esa noche
se hicieron inseparables
viviendo mil aventuras
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